Los debates recientes en Medellín han generado opiniones, iniciativas y reflexiones que nos recuerdan, al final del día, que el ejercicio ciudadano parte de reconocer el valor de lo público. Y con esto me refiero a todo aquello que es responsabilidad y pertenece a todos. Es decir, que está por encima de los intereses personales o institucionales, más allá de si trabajamos y hablamos desde el sector público, empresarial, académico o desde cualquier otra organización social. El Estado somos todos, Medellín somos todos.
Y digo esto, porque debe ser motivo de esperanza para cada uno poder reconocer que desde la diversidad de pensamiento —una de nuestras mayores riquezas como sociedad—, cada uno de nosotros tiene la oportunidad de construir lo público. Para ello, hemos creído siempre en la necesidad de propiciar conversaciones y relaciones que partan de un propósito genuino: relaciones que, con transparencia, construyan confianza y contribuyan a la verdad, esa que se respalda en hechos verificables y no en versiones interesadas de la realidad.
En medio de la complejidad del momento actual, algo positivo emerge: volver a hacer consciente nuestra conquista colectiva de un pacto social. Esta situación ha despertado el interés de ciudadanos de los más diversos sectores, en torno al presente y al futuro de la ciudad. Bienvenido ese llamado de atención, que nos invita a mantener despierto y activo nuestro compromiso individual e institucional frente a fortalecer lo público que, reitero, es de todos.
Cada uno está llamado a reconocer cuál es la tarea que le corresponde. Aquí hago una invitación individual ante una responsabilidad colectiva: formarnos un criterio propio, que parte de enriquecer nuestro pensamiento y apreciaciones de la realidad con información que surja de fuentes confiables; consultar diversas posturas; atender más los hechos corroborados que los adjetivos; reflexionar si los argumentos expuestos buscan genuinamente el interés de todos o solo un interés particular.
Esta corresponsabilidad, sin duda, fortalece y cualifica una participación ciudadana ajena a los sectarismos, la descalificación. Al tiempo, consolida mecanismos con los que cuenta la misma ciudadanía para preservar y afianzar, entre todos, la institucionalidad pública, en aras de continuar construyendo sobre lo construido.
Estamos viviendo un momento excepcional que nos invita a cuidar nuestras instituciones, sin esperar que otros lo hagan por nosotros. También es oportuno cultivar liderazgos en todos los ámbitos, que reconozcan el sano debate, el aporte de otros; liderazgos que edifiquen desde el ejemplo y las acciones, para recobrar la confianza de los ciudadanos.
Si actuamos con esa intención, el pacto social histórico que ha forjado Medellín en torno a la construcción de lo público —¡nuestro mayor desafío colectivo!—, seguirá dando frutos. Este ha sido resultado de un propósito genuino de aportar desde diversas orillas para promover iniciativas y fortalecer instituciones que mejoran la vida de las personas e impulsan el desarrollo de la ciudad. Encarguémonos, cada uno, de hacer nuestra parte para avanzar en un norte común.
Gonzalo Pérez Rojas
Presidente de Grupo SURA y miembro del Consejo Directivo de Proantioquia.
*Nota: esta columna de opinión fue publicada inicialmente en el periódico El Colombiano.